Los oriundos de Ciudad Real, hoy San Cristóbal de Las Casas, manifiestan en su mentalidad llamativas similitudes con los de Quetzaltenango. Allá encontramos “coletos” y aquí “chivos”.
Expongo a continuación una reseña del estudio “Nosotros los Coletos”, obra del sociólogo peruano Leocadio Sulca (UNICACH).
En los últimos 20 años San Cristóbal recibió un fuerte contingente de migrantes indígenas, consecuencia de la disgregación rural. Tal fenómeno ha desequilibrado la vida campesina generando expulsiones por motivos políticos y religiosos.
El grupo mestizo o “ladino” pervive diferenciado de los “indios”. Su acendrado etnocentrismo conlleva la pretendida superioridad sobre una cultura indígena que consideran inferior, negándole sus valores. Utilizan el castellano como idioma único.
Constituye un error concebir la identidad étnica como inamovible, ese criterio es anticientífico puesto que la identidad va redefiniéndose constantemente en el curso de la historia.
El Valle de Jovel, fue la comarca donde los vecinos pudientes de Ciudad Real poseyeron fincas agrícolas llamadas “labores de pan sembrar.” Era tal la cantidad de trigo producida que se construyeron cuantiosos molinos a orillas de los arroyos, con eras para trillar espigas y trojes donde almacenar granos.
La harina y su producto terminado, el pan, simbolizaban la industria más lucrativa de la ciudad. La estructura doméstica que prevalece: patio-traspatio-sitio revela que San Cristóbal ha sido, durante siglos, una ciudad rural.
A partir del alzamiento zapatista (1994), tomaría vigor el embrión de lo que previsiblementeserá una “burguesía indígena” que promueve, en forma asociativa, núcleos productivos orientados a la articulación con el mercado; este impulso agudiza las contradicciones indio-coleto, puesto que ahora se disputan espacios anteriormente reservados a los segundos.
Los coletos prefieren apostar a inversiones en servicios: hoteles, tiendas, restaurantes, agencias de turismo; también la usura y los alquileres. En el aspecto productivo están siendo reemplazados por dicho conglomerado de indígenas y “fuereños” que tiende a conformar un polo económico y político consistente.
Coletos de alcurnia admiten que se han diluido vetustas identidades y ahora distinguen entre el coleto rico y el coleto pobre, ambos comparten sentimientos tales como el orgullo por Ciudad Real y su rancio “tradicionalismo”.